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Una antigua inscripción tallada en la roca en Serabit el-Khadim, en la península del Sinaí (Egipto), ha vuelto a generar controversia entre arqueólogos bíblicos. Con una antigüedad estimada de unos 3.800 años, el texto está escrito en proto-sinaítico, el alfabeto más antiguo conocido, y se encuentra cerca del sitio denominado Sinaí 357, en la zona de la antigua mina de turquesa conocida como Mina L.

El investigador independiente Michael Bar-Ron ha dedicado ocho años al análisis de imágenes en alta resolución y escaneos 3D de esta inscripción. Afirma que el texto dice “zot miMoshe”, que en hebreo se traduce como “Esto es de Moisés”. De ser correcta su interpretación, Bar-Ron sostiene que se trataría de la primera prueba arqueológica directa de la existencia del personaje bíblico de Moisés.

La mina se remonta al reinado del faraón Amenemhat III, del Reino Medio de Egipto. Algunos estudiosos han sugerido que este faraón podría haber sido el gobernante mencionado en el Libro del Éxodo, aquel que habría perseguido a los hebreos durante su huida de Egipto. Esta teoría se ve reforzada por otras inscripciones halladas en el lugar, que mencionan esclavitud, capataces, purgas violentas y trabajadores en fuga, elementos que evocan claramente el relato bíblico.

Sin embargo, la comunidad académica se muestra escéptica ante las afirmaciones de Bar-Ron. El Dr. Thomas Schneider, egiptólogo y profesor en la Universidad de la Columbia Británica, advierte que los caracteres proto-sinaíticos son extremadamente difíciles de descifrar y que lecturas como la propuesta pueden ser “arbitrarias” y potencialmente engañosas. Según Schneider, interpretar libremente estas inscripciones puede distorsionar la historia antigua y generar conclusiones sin base científica sólida.

El caso vuelve a poner sobre la mesa el delicado equilibrio entre fe e investigación académica. Mientras algunos ven en esta inscripción una pista fascinante que merece un estudio más profundo, otros subrayan la necesidad de cautela y rigor metodológico.

Por ahora, la roca de Serabit el-Khadim no ofrece certezas, pero sí una posibilidad intrigante: ¿podría el nombre de Moisés estar realmente grabado en piedra hace casi cuatro milenios?